domingo, 12 de julio de 2009

like warnes


LIKE WARNES


Eduardo se despertó. Abrió los ojos, y se desperezó lentamente. Miró hacia la ventana y vio un cielo despejado. Luego miró la hora en el reloj despertador que estaba sobre la mesa de luz: eran las trece horas y quince minutos de la tarde. Era una tarde de diciembre. Hacía calor. Transpiraba y las sábanas se le pegaban al cuerpo. Va a ser brava la tarde-dijo-, mientras se levantaba de la cama y se calzaba las ojotas. Caminó unos metros y se metió en el baño. Cerró la puerta, pero no del todo porque tocaba en el marco. Intentó de nuevo, y lo mismo. No había caso. Ésta puerta de mierda-dijo-, mientras la pateaba-que quede así-. Bajó la tapa del inodoro y se sentó. Observó todo el baño como buscando algo. Miró la canilla de la pileta que goteaba (como siempre) y marcaba un extraño tempo. Pensó: ¿Qué estará haciendo Silvia en este momento? Miró hacia su izquierda, y vió el bidet blanco, quieto, inmóvil como un cadáver, un día de estos lo saco-pensó-total, nunca lo uso-. Se bajó el short hasta los tobillos. Miró sus pies deformes, largos; las uñas de éstos sin cortar…

Levantó la vista hasta el cielo raso, y vió el machimbre amarillento sin barnizar; dejó la vista clavada ahí, en un nudo. Hizo un poco de fuerza y defecó. Pronto el olor lo abrazó todo: a él, al bidet, al inodoro, al toallón agujereado colgado al lado de la ducha. Ese guiso me cayó mal-dijo-, mientras se limpiaba el culo. Tiró el papel en el inodoro, y luego, cortó un poco más del rollo y se limpió de nuevo; luego orinó.
Miró entre sus piernas: su miembro colgaba y apuntaba hacia abajo; hacia el agua del inodoro que empezaba a ponerse marrón. Deslizó su mano lentamente hasta que lo tocó. Pensó nuevamente en Silvia (en sus tetas grandes, más precisamente) Tuvo una erección.
Agitó lentamente su pene como un sonajero (sin ruido) El calor en el baño era casi sofocante.
El sudor le corría por la cara. Estaba eléctrico. Su cuerpo temblaba, y mientras más temblaba más pensaba en Silvia. Gemía. La saliva se le escapaba por la comisura de los labios. !!!AAAHHHH!!!-gritó-, luego de 6 minutos de agitación, sudor, temblores y ensueños. Sus pupilas se dilataron: sacudió la cabeza como un loco, y su saliva se deslizó hasta las rodillas. Sus ojos se cerraron, y después se derrumbó en el suelo como el albergue Warnes.

Afuera, en la calle, la luz del sol abrazaba un sauce reseco y éste, empezaba a arder lentamente.

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