sábado, 24 de abril de 2010

la casita

La casita de los sueños estaba vacía, fría, inhóspita, estancada en la nada. De a poco fué llenándose de objetos, de música, de aromas, de amigos, de amigas, de fiestas, de risas, de sorpresas, de regalos. Los aullidos, los gemidos, los excesos, la lucidez, también llegaron.
La casita de los sueños fué tomando forma. Cambió su pintura atemporal, por los colores calidos. La puerta siempre abierta a la primavera de la sonrisa, de la bienvenida. Las ventanas, invitaban al viento a desayunar. Los días de semana se quedaban a almorzar,
los sábados y domingos no pagaban la cena.
Las mañana eran de pereza e insomnio, las tardes eran de lectura, musicalizada por una vieja guitarra desafinada, o por los próceres musicales de turno y antojo de quién estuviera a cargo de la pc.
Los ambientes eran independientes entre sí. El living era sereno como una playa deshabitada, la cocina, una sala de ensayo para el paladar, el cuarto, un altar para la desmaterialización de la conciencia, del habla, de los cuerpos…


Al tiempo, llegaron las preguntas, las dudas. El existencialismo más agudo se sentó a la mesa. Grandes símbolos de interrogación amanecían en el sillón. Junto a ellos, los suspiros, los recuerdos, y así, el pasado aparecía como el sol por la mañana en verano: enorme, ardiente, luminoso.
La resaca, la apatía, la indiferencia fueron acostándose con intermitencia a la cama que empezaba a cambiar sus sábanas por espinas.
Entonces, las mañanas fueron llagas, las tardes, cicatrices; las noches, cuchillos salvajes. (y así, sucesivamente).
El alma de la casa comenzó a tener el peso de una piedra por la madrugada.


A las dos semanas de lo antes mencionado, llegaron los gritos, los portazos como “buenos días”, ó “buenas noches”. Y la niebla… ese cuchillo atroz…
La ausencia y el silencio se apareaban en la casa con frecuencia. Una vez los ví copular en el patio.
Recuerdo volver una mañana del trabajo y encontrar en el baño, al rencor y al miedo despiertos. Ellos nunca dormían.


La casita de los sueños hoy tiene la mitad de los objetos, la mitad de todo lo antes mencionado. En el jardín de las miradas hay un silencio sepulcral.
Los criadores de soles ahora llenan la tumba del recuerdo con besos. La casita viste de mortaja sus paredes.


La casita de los sueños tendrá amnesia. Al menos, hoy yo la tengo.







Abril, 2010